Escucha #ModeOn
¿No os ha pasado que habláis y sentís que os
responden con algo que no viene a cuento o no os prestan ni atención?
Esto pasa en cualquier
situación, tanto en nuestra vida
personal como entre compañeros
de trabajo,
clientes o proveedores.
Y aun peor: muchas veces, sin darnos cuenta, nosotros también lo hacemos. En mi
opinión, la mala calidad de la escucha es fuente de grandes problemas
de comunicación. De hecho, el problema no suele estar en el mensaje,
está en qué se presta atención y en cómo se interpreta.
En los años 40, se describió por primera vez el
concepto de escucha activa. Esta venia de la mano de la terapia del psicólogo y
doctor Carl Rogers que proponía
utilizar cómo terapia la escucha plena y sin interrupciones
para que el paciente pudiese resolver
sus conflictos mediante la libre verbalización de ellos. No fue hasta 2002
que Michael
Rost definió el concepto en su Teaching
and Researching Listening. En él se
define como “el proceso de escuchar para comprender la comunicación des del
punto de vista de quien habla”, al contrario de las tan comunes escucha selectiva
(sólo escuchamos lo que nos interesa) y escucha apreciativa
(escuchamos sin prestar atención en el contenido)
La escucha activa
es beneficiosa en el
lugar de trabajo ya que permite detectar
problemas y aumentar
la productividad al minimizar los malentendidos. También mejora las
relaciones interpersonales ya que las personas sienten que sus ideas
son escuchados y valoradas. Otros beneficios son la reducción de la tensión,
incremento de la motivación, mejora de la toma de decisiones y estimulación de
la cooperación.
Ahora bien, pese a que la teoría suene muy fácil,
hay varios obstáculos que nos impiden escuchar activamente a los demás. El primero
es la atención
dividida que se refiere a cuando estamos atendiendo a diversos estímulos o
tareas y nosotros o el usuario nos vemos en una posición incómoda para la comunicación.
El segundo obstáculo es que mientras estamos escuchando al otro ponemos demasiada
atención sobre nosotros mismos (cómo nos sentimos, qué nos evocan las
palabras del usuario) y dejamos de escuchar al otro para escuchar nuestras
mentes. Aunque antes de encontrarse obstáculos, uno debe querer
escuchar de verdad. Debe haber la voluntad de querer escuchar activamente, escuchar para
entender.
Personalmente, me considero defensora de la escucha activa y disfruto practicándola, en mi entorno personal y profesional. En mi opinión, todos deberíamos estar dispuestos a escuchar más a los otros.
De hecho, un sabio dijo una vez: “La naturaleza nos dio dos ojos, dos orejas y una boca para que pudiéramos observar y escuchar el doble de lo que hablamos.” Si todo el mundo pensará así, habría más paz y menos guerras.
Jacqueline C. Ruiz
En definitiva, se amigo de tu enemigo
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